El abuso de Edesur, desesperación, la bronca incontenible y una cadena de sucesos impredecibles

Aunque no es obligatorio hacerlo, y a modo de mejor compensión de las dimensiones de todo, recomiendo que antes de empezar con este post le den una leída rápida a mi perfil, miren los acontecimientos negativos de los  últimos tiempos, y todos los problemas y cortes que hemos tenido en la zona con la empresa de energía Edesur. Sin pasar por esas entradas, de todas formas van a comprender todo, pero no podrán ver la profundidad total del asunto.

Como podrán traducir rápidamente, los cortes de la empresa energética ya desde hace tiempo son abusivos, inentendibles y completamente condenables. Lo que ven en los posteos son solamente los casos graves, porque las bajas de tensión, los microcortes y demás fallas pequeñas, no quedan registrados en esa serie de registros. Sin embargo (y pese a la multitud de reclamos), no solamente continuaron, sino que se siguió en la misma línea de queja: esperar y seguir reclamando, rezando por que algo cambie. Como pasa con casi todos los argentinos.

Pero hace exactamente una semana, cayó la primer ficha de dominó que terminaría tirando muchas otras en forma de abanico, hasta lograr un final que uno nunca hubiese esperado de no ver el proceso que la física del movimiento puso a andar. Esas fichas tocaron a mucha gente (no fui el único), pero en lo personal me hizo ‘evolucionar’ de una forma… rara. No puedo hablar de ‘cambio’ (porque mis bases siguen estando), pero sí de ‘reconfiguración’ de algunas cosas y refuerzo de otras. Y es muy probable que eso continúe por mucho tiempo, ya que sigo tratando de asimilar estos 7 días tan particulares.

Todo comenzó el pasado viernes a las 21 horas, como de costumbre y para lograr un nuevo récord en lo que va del año, con una súbita baja de tensión y (20 minutos después) continuó con un nuevo corte de luz de Edesur. Ya me acostumbré a llamar a su línea de atención de emergencias cada 15 minutos cuando eso sucede (0-800-3333-787, de memoria ya los marco en la oscuridad), para apurarlos a que solucionen, para que se inflen los reclamos y al menos con la esperanza de que tengan algún sistema informático que les exponga las zonas más problemáticas y cumplan con lo que deben (con ese sistema logré que dos veces me pasaran con administración y que una vez me enviaran un técnico a domicilio un domingo a medianoche, para sorpresa de los vecinos). Ahora, tuve que realizar casi 50 automarcados para poder entrar a un contestador que colapsaba al decir ‘Buenas noches’. Eso era mala señal, indicaba que el problema era muy grande y profundo. Recién cerca de las 23 pude comunicarme con un operador (cosa rara) que prometió un arreglo para las 3 AM del día siguiente.

Ese fue el día de la segunda inundación en Capital Federal por las lluvias récord. Destaco que ese corte no se dió por ese hecho ni fue por pedido preventivo de Defensa Civil, porque todo el temporal completito lo pasamos con luz y recién a la hora siguiente comenzaron los problemas. Esto es para desmentir los dichos de la versera vocera de Edesur, que se empeñaba en decir que fue culpa de las inundaciones (que por este lado ni se vieron) y que no eran fallas técnicas…

Ok, otra vez sin luz, pero al menos por ‘poco’ tiempo, pensábamos. Las luces de emergencia aguantarían bien (una inversión que uno debe hacer en Argentina), las pilas recargables estaban plenas, había un paquete íntegro de velas, el contenido de la heladera aguantaría la cadena de frío. Desenchufamos todo lo caro o pesado (el megacorte anterior de más de 30 horas nos había fundido un ventilador y había matado la capacidad de surtir energía de la UPS) y nos sentamos a esperar. Por lo menos el tiempo estaba un poco más fresco (los cortes anteriores se habían dado con térmicas de más de 34 grados… a la noche), aunque los mosquitos y la llovizna hacían imposible abrir ventiletes o techo. A mi esposa se le ocurrió poner la radio de un viejo walkman Aiwa que le regalé hace mucho, con unos parlantes externos. Ese fue la primera luz de peligro que se encendió en mí, porque ella parece tener un sexto sentido con la duración de los cortes y sólo usa ese aparato cuando son largos…

4.30 AM. Dormir se hizo imposible. Nuestra pieza no posee ventanas, y sin la presencia de un ventilador que recambie el aire, se hace muy pesado e irrespirable en poco tiempo. La humedad del momento no ayudaba, por lo que ese día mi esposa e hija se tiraron en el piso intentando, cuanto menos,  descansar un poco. Yo seguía marcando a desatención al cliente de Edesur, pero alternando entre ocupados, avisos de Telefónica de líneas saturadas y (en momentos de éxtasis) toma de reclamos automatizados. Me recosté en un silloncito en el comedor, intentando dormitar para cazar la vuelta de la luz, testear la línea y poder enchufar otra vez (como mínimo) la heladera.

Cerca de las 7.30 AM y sin poder dormir mucho los tres, mi esposa e hija se pasan igual a la pieza. Ella, todavía no del todo recuperada del estrés físico y mental de la operación y de los anteriores cortes de luz, prefiere pasar unas horas allí antes que en el duro piso con las constantes patadas de nuestra benjamina. Yo abro el techo (de los viejos de aluminio) intentando capturar alguna brisa mañanera, pero debo levantarme varias veces para abrir/cerrar a causa de las lloviznas esporádicas aleatorias que me terminaban mojando. Recién cerca de las 9 AM (luego de seguir juntando numeritos reclamones), pude dormir 2 horas de corrido.

A las 11 AM vuelve a despertarme una llovizna y la pesadez de la humedad, junto con la queja de vencinos de pasillo que tampoco tenían luz. Muy mala espina, porque hay dos fases y, cuando fallaba una por mucho tiempo, los otros tiraban cables (o productos alimenticios) a sus vecinos más suertudos para alimentar los refrigeradores. Casi nunca se caían ambas fases a la vez. Nuestra heladera hacía ya 14 horas que estaba sin energía, y todo el contenido ya pasaba a peligrar.

El sábado es día de visitas a familiares, pero decido suspender otra vez para quedar de guardián de la heladera (título honorífico que también los argentinos nos hemos ganado), y esperando que al regreso de la energía pudiese retomar mi trabajo para afrontar el escenario actual (ver los posteos que menciono al principio). Los productos alimenticios eran un dilema, porque no se podían colocar entre los vecinos y no sabíamos ya cuánto iba a durar el corte. Una solución alentadora había: mi esposa podía hacer las visitas de rigor… y llevarse todo a las casa de las mamis (ambas en GBA) y repartir el contenido en sus heladeras.

17.00 horas, todo igual. Reclamos automatizados sin aviso de cese de problema. 20 horas de corte continuado. Es el momento en que mis suegros pasan a buscarnos y decidimos mover todo hacia otros lugares. Rápidamente sacamos todo de la heladera con freezer (algunas cosas ya cercanas a la temperatura ambiente), se juntan y acomodan como se puede dando prioridad a los yogures de la nena y a las carnes recién adquiridas (y que consumen gran parte del sueldo, por si el lector no sabe de la situación entre el Gobierno y el campo). Algunas cosas debieron sacrificarse por falta de espacio: condimentos, rejuntes de comida, retazos de la cena anterior, un trozo de carne que se haría a la noche (entre otras cosas). Nos despedimos y vuelvo a mi posición de guardián en el comedor.

Logro casi una hora de siesta en tandas de 10-15 minutos, mientras intercalo Parisiennes, llamadas de reclamo, cambios de estación radial y esperanzas de normalización. Pico lo poco que queda en galletitas, ya que todo lo de la heladera está a varios kilómetros de distancia. Quedamos en comunicarnos con mi esposa, para saber si a la vuelta de las visitas podía traer todo de nuevo o quedaba indefinidamente alejado hasta la normalización segura de electricidad. Siendo ya las 20 horas, aunque todo se regularizara no sabía si la heladera enfriaría lo necesario como para poder recuperar toda la temperatura perdida (o ganada, en este caso). Y eso si no venía un nuevo corte a las pocas horas, cosa que Edesur ha podido cumplir con regularidad. Intento enviarle a ella un SMS cuando me doy cuenta que el celular no tiene señal. Supuse que la antena cercana (a 4 cuadras) estaría muerta por la misma falla, pero tal vez lograra captar alguna de las siguientes más alejadas. Haciendo la parabólica humana casi parado en la mesa, logro una línea de señal como para poder enviar ese mensaje con éxito. Pero descarto el esperar la respuesta en la misma pose.

Salgo a comprar cigarrillos (el estar tanto tiempo despierto aumentó el consumo) y me encuentro con una boca de lobo. La única luz visible venía de los autos y los faroles de calle unas 4 cuadras más allá. De vuelta y con los focos automovilísticos de frente, encandilándome, distingo solamente sombras de todo. Alguien saluda, pero no sé ni quién es ni si se dirige a mí. Veo un patrullero en la siguiente cuadra, que no hace más que aportar otra capa de confusión a la ya psicodélica escena.

Vuelvo a entrar y el panorama no es distinto: todas las luces de emergencia se han agotado, un farolito a pila se encuentra moribundo y el walkman ya acusa energía por la mitad. Otra vez quedo a la luz de las velas, hasta que asumo que todo puede durar mucho más y dejo sólo una encendida, reservándome casi 3. Todavía no le cambio las pilas a la radio por el mismo motivo. Sigo con los reclamos, sigo sin tratar de pensar en el trabajo, sigo comiéndome la bronca.

Poco después de las 21 horas (1 día completo de corte), vuelve la energía rondando los 150 v.  Las luces funcionan como velitas de cotillón y las constantes oscilaciones le dan un toque casa embrujada. Luego de unos 20 minutos, vuelve a cortarse por completo y se escucha como un griterío e improperios generalizados en el exterior. Las luces de emergencia vuelven a funcionar por el tiempo que cargaron (…unos 10 minutos) y todo vuelve a fojas cero. Siguen los reclamos, aunque un par de veces pude comunicarme con gente… y en una de ellas me avisaban que el parte de la cuadrilla de trabajo era de ‘solucionado‘ y me preguntaba si estaba seguro que no tenía luz... Seguí guardando bronca, tratando de no descargarme con los pobres operadores, que poco y nada tienen que ver en estos casos.

En la radio escucho de los problemas generalizados y prometían la solución ‘a más tardar para última hora del domingo‘. No les puedo explicar la alegría de estar esperando la luz de un momento a otro y que les digan que seguramente tendríamos que aguantar 24 horas más. Ahí también escucho a la petarda vocera de Edesur diciendo que el problema era en poquitas zonas de pocas cuadras, que ya todo estaba bien y era culpa de la malvada lluvia. Me encontré gritándole a la radio un ‘andate a la reconcha de tu reputísima madre, hija de remil putas!‘ mientras zarandeaba un puño. Cesé no por verguenza, sino porque casi tiro la vela a la mierda encima de una mesa llena de papeles.

Seguimos conectados con mi esposa por teléfono tradicional, y le digo que espere un poco para volver, porque todo estaba invisible afuera y no sabía que zonas estarán igual en medio. La comida ya definitivamente duerme afuera, no hay forma de que sobreviva aunque la luz volviese en ese mismo instante. Luego de unas horas de espera, y ya rozando las 2 AM, le digo que se quede a dormir allí, que sería lo más seguro. Con suerte, antes de la tarde del domingo todo estaría bien, y podría aprovechar el viaje de vuelta para repoblar la heladera local.

Una vieja Palm se muere definitivamente con tanto backlight y me quedo sin electrónicos usables. Vuelvo a los libros, miro velas, me hago mates, releo folletos, y hasta en un arranque extraño hago sombras chinescas en la heladera. Antes de perder la cordura, intento cerrar los ojos. Ambos intentos fallan.

Madrugada del domingo. Volví a llamar a las radios, aunque creo que nunca salieron los mensajes al aire (porque en un estado somnoliento contínuo y con minisiestas aquí y allá, poco podía oír). Sí escuché a muchos otros con el mismo problema y en muchos puntos de la Capital, lo que de movida contradecía a la vocera trucha de la empresa doblemente trucha. Escucho noticias de las Malvinas, encuentro la radio de Madres, intento recordar que tengo que escribir sobre ello. Se siguen juntando noticias y broncas, y caigo en la cuenta de que nunca me acordaré de hacer posteos al respecto. Ahí es cuando salgo en la búsqueda de alguna libretita que reemplace los papelitos sueltos con ideas para el blog. Encuentro una y empiezo a escribir ideas cortitas de lo que alguna vez tendría que hablar. Cada 15 minutos la tomo, escribo y la dejo en la mesa. El masticar mierda puede ser muy productivo a veces: en pocas horas lleno casi 6 hojas doble faz. Hay blog para rato.

Amanece. Las horas no pasan más. Después de 36 horas de corte seguidas uno se queda sin ideas, más si está solo, y trabaja y se esparce por internet. Sigo sin tratar de pensar en el laburo, sino me iba a dar un síncope y tenía que arrastrarme hasta el teléfono fijo para que los del 911 me dijesen que espere dos horas hasta que atendiesen a todos los borrachos o heridos de cuchillo del fin de semana, y luego seguir arrastrándome por el pasillo hasta la puerta de afuera para esperarlos, porque sin timbre ni gente que atienda era el mejor plan posible. Intento otra vez cerrar los ojos, pero vuelve la llovizna. También caigo en la cuenta de que los putos pájaros no funcionan con la electricidad de Edesur. Poco antes del mediodía, me desmayo de sueño en el sillón.

Una hora después, mi esposa llama para ver la situación. Vuelve a putear del otro lado, como con cada llamado. Pero esta vez yo no respondo: al estado adormilado y desorientado permanente que aporta el tipo de vida adoptado en las últimas horas, se suma ese estado zen de resignación y desdicha que sólo se aprende en Argentina. Me duraría varias horas más. Quedamos en seguir comunicándonos, aunque ya no arriesgo pronósticos de reestablecimiento, por miedo a pifiarle tan feo como los del Servicio Meteorológico Nacional.

Pasan las horas, pasan los reclamos, quedan los zombies. Ya ni sé si dormí o no, se me confunden las ensoñaciones en vigilia con los sueños de estar despierto esperando algo tan básico como la luz. Mordisqueo como rata las últimas galletas que quedan y me como un par de caramelos y chupetines de mi hija. Ya cambio las pilas recargables de la radio, que no revivía ni con hechizos, por el último par disponible. La heladera ya larga un olor extraño, y la carne del freezer (que se veía tan apetecible ayer), hoy dá miedo tocarla por si se levanta y me muerde la cara. Más por el color verdoso que ha comenzado a vestir… Ya dejo de anotar los reclamos (luego de rellenar una Biblia de dígitos), y cuando tengo las suficientes ganas y fuerzas, acampo y llamo cada 3 o 4 minutos. Que media tensión, que baja tensión, que falla una cámara, que la cuadrilla de haraganes ya estaba en la pista. Otro operador se arriesga a decirme que el problema estaba solucionado desde hacía media hora. Si no hubiera estado tan muerto-vivo, le hubiera dedicado el mismo soneto que a la vocera de la empresa.

Nuevamente se acerca la noche, y ni asomo de resplandor, luminiscencia, destellos, ni siquiera la luz mala se atreve a asomarse. Mi esposa llama, pero ya ni sé que decirle. Decide volverse a eso de las 20 horas, antes de que otra vez todo quede sumido en la oscuridad absoluta. Le doy el OK y dudo entre volver a recostarme en el sillón, rezarle a Tesla o hacer la seguna parte the The best of sombras chinescas. Trato de apurarme a hacer lo primero antes de que llegue, para no estar en estado ultra-calamitoso (y quedar sólo en ‘calamitoso’ a secas) y poder aguantar la energía de una hija de casi 3 años. Energía. Por ahí podía enchufarle un cable…

Cuando termino de cerrar los ojos y ya casi estoy en dominios de Morfeo, la casa empieza a brillar de improviso y el ventilador me tira una bocanada de aire fresco. Me sorprendió lo rara que se veía la casa con tanta luz y los vítores externos generalizados. Sin entender bien nada, en un estado catatónico y con los ojos desenfocados, miro el medidor de voltaje: 210 v. Bueno, casi 220, me servía igual. No sé por qué, me apuré a recargar todo lo recargable (‘antes del otro corte‘, me dije). Miro el reloj, eran apenas pasadas las 20 horas. 47 horas de corte continuado. Intento usar el teléfono inalámbrico sin éxito (la batería se consumió rápido al tratar de encontrar constantemente la base durante el corte) y noto que tiene caliente la parte de las baterías, cosa que sucede cuando el amperaje es incorrecto (no todo depende del voltaje). Prendo la UPS pero no acusa esa diferencia, aunque a los pocos minutos también recalienta.

Ya otra vez oliendo problemas, vuelvo a mirar el medidor de voltaje: ya había pasado a 200 en un par de minutos, y la agujita se balanceaba con un descenso notorio. Me incorporo y trato de predecir ya no el próximo corte, sino lo que volverían a tardar en arreglarlo. En ese momento me dí cuenta, adormilado y todo, que podían seguir así por mucho tiempo. Desde hacía un año y medio que se sucedían problemas energéticos, y nada había cambiado desde entonces. Eramos mendigos eléctricos que nos contentábamos con las migajas que Edesur nos tiraba cuando se les ocurriese. Nos esparcíamos, nos divertíamos, trabajábamos y veíamos, solamente cuando a la empresa se le cantaba en las pelotas. Algo andaba muy, pero muy mal. Me llega un SMS: «Estamos afuera«, decía mi esposa, sin enterarse de la vuelta energética.

Salgo por el pasillo y veo que la calle estaba toda iluminada. Mis dos suegros y mi esposa ya habían salido del auto, y mi hija jugueteaba en el asiento trasero. Le aviso a mi cónyugue de la vuelta de la luz, pero antes de que se alegre demasiado le informo de los vaivenes en la medición. Otra vez muestra el aspecto hastiado y fatigado, resultado de muchas-veces-lo-mismo. Mi suegro me dice que entra al baño. «Bueno, pero apúrese antes de que corten la luz«, dije. El sonreía. Yo no.

Estábamos tratando de sacar a nuestra hija del auto (que quería seguir de paseo), hasta que escucho la puerta y miro. Justo en el momento exacto en que mi suegro cierra la puerta… y todo el pasillo se vuelve a oscurecer. Fue un momento muy especial: duró unos pocos segundos pero pareció una eternidad. Una bulla indescriptible se apoderó al unísono del ambiente (como cuando Argentina mete un gol, que se escucha por toda la ciudad sin un emisor identificable, pero con «Noooo» y maldiciones imprecisas esta vez). Yo, volviendo al estado zen de descreimiento por todo, pero creo que sin ya muestras externas de ello. Y mi esposa… con esa mirada. Fue como si un yunque de cansancio le cayera encima. Sus ojos decían «No otra vez!«, «Nunca nos sale nada bien«, «¿Y ahora?» y muchos otros pensamientos, todos a la vez. Delante de esa mirada, también vislumbré una pena enorme que estuvo a segundos de estallar en lágrimas. Pero detrás de esos ojos, y que seguramente retuvieron ese salado mar emergente, ví fuego. Mucho fuego. Empezó a mirar a uno y otro lado. Estaba pensando, estaba maquinando, estaba decidiendo; pero en mi estado, ni puta idea de lo que le pasaba por la cabeza. Ni siquiera podía con la mía.

Sale una vecina, sale un vecino. El último, indignado pero como todos hasta el momento, acostumbrado. Charlamos unos segundos hasta que empiezo a notar que muchos otros vecinos de la otra cuadra, también estaban saliendo a la vereda. Giro la cabeza a 180 grados, y veo que lo mismo pasa en la otra cuadra. Pequeños grupos parecen acercarse hacia las esquinas, y, en algún lado, suena una cacerola…

El resto se dió tan rápido que no podría decir bien el orden. Se escucharon más cacerolas, alguien con un martillo (o algo parecido) empezó a golpear una columna de luz metálica, en la cuadra de la derecha alguna voz masculina gritó un «vaaaaaamos» de forma grave, en la esquina de la derecha apareció un flaco enojadísimo que juntaba a la gente y gritaba «hay que cortar la avenida, es una verguenza, no termina más!» (invitación que la hizo acercándose personalmente). Y mi esposa, diciendo «Yo voy. Vos, ¿venís?«.

Acá quiero parar la pelota un poco para algunas aclaraciones de rigor. Ninguno de los dos jamás habíamos participado de un cacerolazo, ni de una marcha, menos de un corte de calles (no, tampoco en el 2001). Eramos de seguir los canales legales (o cercanos) y solíamos alejarnos de las muchedumbres. Inclusive si ven mi perfil, se darán cuenta de que soy bastante antisocial y que no suelo exponerme ante situaciones que no sé cómo terminarán, menos si ya de movida incluyen métodos de alguna forma violentos que pueden acarrear más violencia. Tampoco consideré que esos métodos sirviesen de mucho.

«¿Qué? ¿Estás loca?«, le pregunté, ya superando las 48 horas de corte (menos 15 minutos). Aunque esa pregunta era más para ganar tiempo para ordenar los pensamientos y hasta para encontrar la forma de disuadirla. Pero sabía que ese fuego detrás de los ojos, ya le había tomado la mirada completa. «Ya no aguanto más, ya probamos todo, algo hay que hacer. Voy a buscar una cacerola«, dijo, mientras enfiló hacia la puerta.

«P…p… pero, esperá. Ehmmm…, y con [nombre de nuestra hija], ¿qué hacemos? No la vas a llevar!«, espeté, pero sin mucha convicción. «¿Ustedes se pueden quedar un poco más acá?«, le preguntó a sus padres. El, bufó un poco (porque sabía lo que se venía); ella, aceptó con gusto. Voto no no-positivo. «Listo entonces. ¿Te traigo una a vos también o te quedás?«, contraatacó. Volví a intentar, con menos ganas: «Pero es peligroso, no se logra nada con eso, ¿estás segura?«.

Yo estaba decidiendo lo más rápido que podía. Intentar pararla era casi imposible a ese punto, además de bastante estúpido de mi parte por las amplias razones que ella (y todos los demás) tenían. Tampoco podía dejarla sola, no solo por la peligrosidad que podía revestir el asunto, sino también que ella puede ser bastante temperamental cuando se sale de sus casillas (siempre funcionamos en tándem; ella aplica temperamento y sentimiento, yo aporto la frialdad y raciocinio). Ya me la imaginaba subida a un edificio, como King Kong, tirándoles personas desde las alturas al Grupo GEOF.

Estaba por emitir mi conclusión, cuando tiró su frase matadora: «No es justo para nosotros, pero eso ya lo sabemos. Nunca nos quejamos así hasta ahora. Pero esta vez está ella (dijo con voz temblorosa, señalando a nuestra pequeña, que se había empezado a tapar los oídos ante tanto ruido), y no puede ser que tenga que aguantar estas cosas porque no hagamos nada. Ni ahora, ni nunca«.

Eso fue suficiente. Me hubiera ahorrado muchas neuronas quemadas si lo hubiese dicho al principio. Seguía con ese bichito moral que me gritaba que no, pero los argumentos positivos eran abrumadores. Por una vez, dejé de escuchar ese timbre y le prometí que le volvería a dar prioridad en otra época, tal vez en otro país. Ahora, no tenía cabida. Era hora del ‘es lo que hay que hacer‘ y no del ‘debería hacer‘. «Ok, vamos«, le dije.

Esa decisión puso en movimiento otras muchas fichas, que aún hoy siguen cayendo. Fue el disparador de un entramado muy complejo que de seguro voy a plasmar en varios posteos más (espero no aburrir al lector, si no lo he hecho ya). Participamos una, dos y tres veces. Pasé de espectador a activista vecinal. Crucé la línea de escuchar cacerolas, a replantear estratégicamente las barricadas callejeras y mover a grupos de personas para tareas necesarias. De alguna forma, en el trayecto me gané el reconocimiento y respeto del resto de los vecinos (de los que no conocía a nadie en casi 8 años de vivir aquí), incluso muchos me venían a consultar pasos a seguir, formas de ayudar, me contaban sus problemas. Incluso luego de aclararles que no era nadie, se me juntaban alrededor mío para preguntarme qué pensaba o escuchar cualquier cosa que tuviera que decir. Algo inaudito e impensado hasta entonces. Inclusive logramos la difusión mediática; y sí, salí escrachado 3 veces en TV, con un discurso en primer plano incluído que quedó como cierre de nota…

El resultado, bien clarito: estoy escribiendo desde mi casa, con el medidor clavado en 220 hasta en horas pico, cosa que hace año y medio no pasaba. «¿Cuánto durará?» ¿Quién sabe? Pero de seguro ahora tengo otros métodos de reclamos que considero como exitosos o posibles.

«¿Te traigo una cacerola?«, repitió mi esposa.

«No. Esas cosas me limitan«, le dije. Y el futuro se encargaría de demostrarlo…

(CONTINUARA)

PLPLE

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Tratando de entender al mundo sin morir en el intento...
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12 respuestas a El abuso de Edesur, desesperación, la bronca incontenible y una cadena de sucesos impredecibles

  1. zambullida dijo:

    ¡Vaya aventura, PLPLE! Pareciera que estuvieráis en guerra y montando barricadas. Me quejo yo de mi país, pero es que lo de Argentina es tremendo.

    Me gustó lo del guardián de la heladera.

    Saludos y ánimo desde la lluviosa España.

    • @Zambullida: Muy cierto, toda una aventura; pero no parece una guerra, es! Me sorprendí con lo mismo, hablando de ‘contener‘, ‘disuadir‘ y ‘recursos‘ por ejemplo. Esto parece Europa en 1940. Ya vivir en Argentina es vivir en guerra hoy en día, y eso tienes que multiplicarlo por muchas ‘x’ (agua, energía, seguridad, limpieza, etc). No sé si decir ‘por suerte’, pero la gente está empezando a reaccionar de una forma más activa.

      ¿Has visto? En Argentina siempre estamos un paso más atrás, somos todo un ejemplo…

      Jaja, lo de guardián de la heladera se me ocurrió durante el primer corte de casi 2 días (en los que tuve ese honor) y estaba por hacer un post al respecto, dedicándoselo al resto de los guardianes que cumplían su tarea ardua y anónima a lo largo del país. Pero cuando estaba por formarlo… vino este corte. Valga este comentario como reconocimiento a todos ellos.

      Saludos, gracias y mucha suerte! (cuidado allí con parecerse a aquí!)

  2. Ceo dijo:

    ¡Muy bien por tu señora, todo tu relato, muy bien narrado muestra el límite hasta dónde se puede aguantar! ¡Celebro que te haya servido para estrenar sociabilidad!
    Un abrazo.

    • @Ceo: Es cierto, es un claro síntoma que tenemos los argentinos: el exceso de aguante. Yo todavía no sé bien si felicitarla o irme para el otro extremo. Ahora tengo más responsabilidades, otros tipos de lucha, distintas canales de pensamiento para resolver y más… sociabilidad. Me parece que la mato… 🙂

      Saludos y gracias!

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  6. Daiana dijo:

    EDESUR LA RE CONCHA DE TU MADRE ME VAN A QUEMAR TODOS Y VAN A IR AJUICIO TODOS

  7. adriana dijo:

    EDESUR EMPRESA ABUSIVA, BANANERA.QUE LE SAQUEN LA CONCESION.

  8. Pingback: Un día Cristinista « **Pienso, Luego Pienso, Luego Existo** (PLPLE)

  9. Ank dijo:

    AÑO 2014, MES OCTUBRE: LA MISMA HISTORIA, DISTINTOS ACTORES, LAMISMA EMPRESA PEDORRA: EDESUR.
    SOY DEL BARRIO DE FLORES Y ESTÁN VOLVIENDO A CORTAR LA LUZ.
    FUCKING DEJA VU.

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