El hornero y la paloma

BASADO EN UNA HISTORIA REAL-. Sentado en el fondo de la casa en donde estoy veraneando, mientras oteaba plácida y pacíficamente la naturaleza cercana y lejana, divisé sobre un poste de electricidad, la redondeada casita de un hornero. Trataba de imaginar el trabajo que les debía haber insumido a la parejita voladora su construcción, las idas y venidas cargadas de una pequeña porción de barro ensalivado, las tormentas recias y las temperaturas sofocantes que debieron haber soportado, hasta poder finalizar su morada anual para la crianza de sus tan esperadas crías.

Mientras estaba preguntándome si la casita estaría habitada o no, se presenta uno de los integrantes e ingresa a su amarronada morada, señal de que habrían ya huevos o pequeñuelos demandates de paternalistas saciadores de apetito. Y así fue durante casi semana y media.

Pero hete aquí, que un día como cualquier otro, mientras trataba de imaginarme qué podría yacer tras la dura pared derecha interna, veo que una paloma se posa muy tranquilamente sobre el techo de la trabajada vivienda. Vaya uno a saber si fue por cansansio o comodidad, pero la misma quedó aplastada allí, disfrutando de la tenue brisa que inundaba el lugar.

Curioso sobre el resultado del encuentro entre ambas aves, fijé mi mirada en el escenario que, predije, sería de una lucha encarnizada del hornero por quitar a la paloma de sus bien ganados y construídos dominios y patrimonios. Porque según la enseñanza (histórica, académica, y popular), las palomas eran los alados más buenos del mundo (hasta son símbolo de paz, aunque sean más portadores de enfermedades que de beneficios), y los horneros, se defendían de cualquier depredador que rondase su hábitat, fuesen víboras, otros pájaros, y hasta felinos muchísimos más grandes que ellos. Aunque en honor a la verdad, la experiencia propia con las palomas contradecía la enseñanza milenaria, habiendo visto innumerables peleas con los gorriones, e inclusive con otros congéneres de la misma especie, por cosas tan valiosas como una simple miga de pan.

El momento llegó, y el hornero, viendo al vuelo a la inesperada visita, sobrevoló su hogar un poco más alto, y se posó sobre los cables de recubrimiento plástico, unos 3 metros más allá de su propio porche. Supuse que, luego de la sorpresa inicial, estaría formando algún tipo de estrategia horneril de ataque o disuasión, pero el pequeño no hacía más que moverse unos 5 centímetros hacia ambos lados por cada segundo que pasaba. El ave blancuzca que doblaba en tamaño al hornero (o la hornera, nunca lo supe), ni siquiera acusó la presencia del morador. Y luego de media hora, lo único que cambió, fueron un par de ejercicios de patas y alas de la más grande, que parecía estar desperezándose ante tanta tranquilidad.

El pajarillo pareció impacientarse y volvió a sobrevolar su propia morada, cada vez más cerca, pero siempre lejos del alcance de la rompeturbinas de aviones. Incluso hubo unas contadas veces en las que aterrizó en la parte más baja de la entrada, casi colgando de cabeza, pero al percatarse (o recordar) que la amenaza seguía allí, retornaba al cable con la misma velocidad con la que había iniciado el viaje. La paloma, ahora, giraba de vez en cuando la cabeza, supongo que al sentir los cimbronazos en su teórico estático piso sólido. Pero no hizo más que eso.

Pasaron los minutos, y casi llegando a la segunda hora, el hornerito pareció doblar su impaciencia. Tal vez recordó que allí dentro estaban sus hijos que, crías emplumadas o huevos brillosos, necesitaban de su atención y cuidado, y que su ineficiencia para proteger su propia morada, los podía poner en peligro, de vida inclusive. Allí fue cuando se sacudió fuertemente, y empezó a piar rítimicamente con una fuerza notable para un ejemplar de ese tamaño. La queja, la angustia, y la desesperación por lo urgente, parecían teñir su alarmado trino, y se estiraba con todo su cuerpo hacia el gigante blanquecino. Pero, siempre, desde los 3 metros de distancia, sin moverse un ápice hacia su propiedad, sus aposentos, sus propios hijos. La bauticé como «bronca segura» en ese momento, y me pareció un buen nombre.

Habrían pasado unos 2 minutos del reproche del pión, cuando la paloma decide girar y ponerse de cara a la entrada del monoambiente, mirando de frente al plumífero quejoso. Siguió apoltronada en su improvisado y pasajero sillón, y no hizo más que estirar su cuello, tal vez para mirar mejor a su posible enemigo, tal vez para relajar su columna superior ante la falta de peligro real. Entonces, contra todo pronóstico propio, el documentado valiente hornero, calló y dejó de moverse, salvo para alejarse un poco más, ya a unos 5 o 6 metros de sus dominios, de sus aposentos, de su propia carne y plumas. Y allí siguió, intranquilo, con sus ínfimos saltitos hacia izquierda y derecha, con algunos píos aquí y allá, pero sin hacer enojar a la paloma. La tarde avanzó y se hizo noche, y el hornero, que debería estar dentro con sus hijos, ya durmiendo luego de un arduo día de viajes por todo el pueblo, permanecía fuera, seguramente sin alimento para ofrecer en ese entonces, y con la falta de certeza de lo que ocurría u ocurriría con sus hijos. Su suerte había quedado supeditada a los designios y caprichos de la paloma despreocupada, situada por encima de todo, que no reconocía más que su propia comodidad.

Así fue como la valentía de otros tiempos del hornero trabajador, quedó sepultada por la realidad patente que estaba viendo en ese momento. Y por más que me muestren libros en cantidades o calidades al por mayor, intentando demostrarme que el alonsito posee una gallardía a toda prueba, sé que su cobardía actual es la que cuenta, y que casi nada le queda ya de lo documentado en otras épocas. Hoy, le es más importante no contrariar a la paloma, que proteger lo suyo y a los suyos, aunque sea a costa de un par de plumas menos. Cosas por las que antes hubiese dado hasta la vida, hoy ni siquiera parecen tener importancia. Tal vez el hornero se crea valiente con un par de píos y unos pasitos laterales, pero la realidad es bien distinta. La historia, ya es cosa del pasado; lo que cuenta, es lo que hace y deja de hacer el pequeñuelo cobarde de hoy. «Que se pose nomás», imagino que se dice a sí mismo. «En algún momento se va a cansar. Y yo voy a estar allí para volver a lo mío, y ver qué ha decidido dejarme ésta vez».

Y creo, cada vez con más hastío y desesperanza, que la sociedad de horneros es cada vez más parecida a este ejemplar, que al que habita en otras páginas más benévolas y honrosas de la historia. Tal vez por esa actitud popular, las palomas estén cada vez más despreocupadas. Y eso termina afectando, se quiera o no, a la genealogía completa de la especie (de horneros y palomas). La presente, y la futura.

PLPLE

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Tratando de entender al mundo sin morir en el intento...
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7 respuestas a El hornero y la paloma

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  2. Una deliciosa fábula, en toda su definición. Es todo cuanto me sale decir.
    Saludo cordial.

  3. liam978 dijo:

    Muy buena fábula pero tiene algo de racional el comportamiento del hornero, la muerte del hornero o lo que es lo mismo al caso una lesión invalidante significa directamente la muerte de las crías incapaces de valerse por si mismas, por el contrario su lógica de esperar el agotamiento o la huida del palomo, llamémoslo así jajaja, tenía cierta lógica, como todo en la vida debe llegar a un «punto crítico» en donde el perjuicio real que podrían estar teniendo las crías lo lleve al ataque, en definitiva el palomo solo esta por placer y beneficio ahí, el hornero tiene mucho en juego y en el peor escenario posible perdido por perdido si el palomo no se retira y se ensaña en el combate el hornero puede retirarse de este mundo con su dignidad y el sentido del deber cumplido por llevar el combate hasta el final.

    Cambia la percepción del asunto si el hornero decide sacrificar la prole y emprender nueva familia, pero eso no resuelve el dilema y constantemente puede volver a ser víctima de nuevos palomos.

    Me video de una charla de Lousteau, presentando su nuevo libro de economía, donde hablaba sobre el consumo y la felicidad, apuntando a que eran más felices quienes consumían bienes superiores a los de su entorno, independientemente de la satisfacción real, sus necesidades y otros múltiples factores, esto esta directamente asociado a patrones mentales primitivos del ser humano, el ser humano vivió 2 millones de años en el paleolítico ( Enla wikipedia encontramos que » Es el período más largo de la historia del ser humano (de hecho abarca un 99% de la misma) y se extiende desde hace unos 2,85 millones de años (en África) hasta hace unos 10.000 años. » , esos patrones de consumo se asocian directamente a la mente primitiva, los publicistas lo saben y apuntan al «cerebro reptiliano» sin piedad, los políticos no son la excepción.

    Todo esto viene a tema porque el cerebro se adapto a ese estilo de vida, la formación de sociedades grandes, la caída de imperios, las naciones emergentes, la revolución industrial y científica con la consiguiente transición demográfica ( la población mundial pasó de mil millones de habitantes a los más de 7 mil millones actuales producto de los radicales cambios de producción industrial, salud, científicos, alimenticios, etc) representan un 1% del tiempo con respecto al 99% que represento el paleolítico, nuestro cerebro tiene muchos resabios primitivos y es lógico, sigue funcionando en múltiples aspectos con comportamientos atávicos que eran trascendentes en el mundo paleolítico pero carecen de sentido en este mundo donde ya no vivimos en grupos reducidos de 70 a poco más de 100 personas y esto se refleja en el consumo, en muchas y variadas conductas y lógicamente no es la excepción la política o el manejo del poder.

    Si fuéramos perfectamente racionales evitaríamos todo tipo de tiranías, incluso las maquilladas de democracias, delegaríamos el poder en grupos de élite altamente formados y capaces destinados a optimizar los niveles de salud, educación y seguridad con los recursos económicos disponibles, mientras a su vez manejan la economía de tal forma que puedan llevarla a un crecimiento sostenido y planificado , acá puede entrar un abanico enorme de opciones, responsabilidad demográfica, coto al número de hijos en función del patrimonio del momento de los padres, ejércitos supranacionales multiétnicos destinados a salvaguardar la paz, partidas del pbi de todos los países destinadas a la ecología, agua,investigación científica conjunta en salud,etcétera.

    Pero no somos perfectamente racionales, nuestro cerebro es bastante paleolítico y vivimos en el mundo en el que vivimos, el poder se delega a quien seduce con publicidad, dinero y demuestra poder y consenso en grupos cuasi mafiosos, por eso no me canso de reiterar que vivimos en una suerte de plutocracia, si mañana seducís a los grandes grupos empresarios y los aparatos de poder ven rédito económico en acompañarte, el resto es marketing, publicidad ,teatro y carisma personal, casi seguro sos el próximo presidente.

    Me parece que me viaje un poco, pero la idea es que las masas funcionan igual que en el paleolítico, el ataque al poder causa tanto miedo como en el paleolítico donde la expulsión del grupo era la muerte sin descendencia, hoy vivimos en un mundo enorme lleno de oportunidades, donde no necesitamos jefes tribales sino gente idónea, pensando como en el paleolítico vivimos como si nunca hubiésemos salido de él en materia de salud, seguridad, educación y posibilidades de prosperar, si no estamos yendo directamente a la idiocracia quizás tengamos la oportunidad de generar otra sociedad, donde dejemos de mirar las cosas como pujas de poder a muerte por el poder tribal, lleno de fanatismo y sentimientos atávicos y todo empiece a pasar por el filtro de la objetividad y la racionalidad, vivimos en un mundo de relativa escasez aunque nos dibujen el edén, lo que se desperdicia en múltiples formas es sufrimiento real de personas y no números asépticos de desempleo, desnutrición, mortalidad infantil, inseguridad, muertes en rutas, trenes, pobres resultados en educación y lo más triste proyecciones grises sobre el futuro.

    Mi fábula sería sobre la concepción del poder del hombre paleolítico Versus el hombre del siglo XXII, si todavía sigue sobre la faz de este planeta con todas las crisis energéticas, del agua, sobrepoblación, ecológicas, etcétera que se nos avecinan.

    Saludos un gusto leerte como siempre.

    PD: soy Iván, en facebook Sergio López, pero acá comento como Liam978 porque me pide un gravatar para comentar.

    • Liam: Ah, todo un tema la antropología humana. Y la que das, es una excelente explicación del por qué pasan las cosas que pasan hoy día. Lo que me sorprende, es la capacidad de avance y adaptación evolutiva en algunos casos (la moral, la tolerancia, el uso y aplicación de tecnología y nuevas herramientas), pero lo basal que somos en otras cosas (se me antoja que en las primordiales).
      Creo que, efectivamente, estamos llendo hacia una idiocracia, aunque nunca me falta la fluctuante esperanza de que eso pueda cambiarse.

      Muchas gracias por el comentario!

      PD: Sí, hace poco supe quién eras en las redes 😀 El sitio no pide gravatars para comentar, lo que sí pudo ocurrir, es que ya estuviese asociado uno con el mail con el que comentás, entonces te lo coloca automáticamente. El blog tiene la opción de comentarios anónimos, por lo que no es necesario un registro en otro sitio (sí necesariamente se necesita un mail). También podés comentar con un link a tu sitio, o mismo podés hacerlo logueándote con tu perfil de Facebook al momento de comentar (el link llevaría a tu perfil).

      Saludos y gracias!

  4. Hola Pienso!

    Creo que existe una analogía en este relato, que tiene que ver contigo, el cansancio que a uno a veces lo abruma dentro de tanta lucha, y es muy entendible, más allá del Hornero y la Paloma.

    Y si algo de esto hay, en mi interpretación frente a la indolencia o la indiferencia, tu serás quien me digas si me equivoque o no en esta interpretación.

    Un abrazo enorme para vos y familia, y felices vacaciones!! :):)

    • @Marcial: Hola Marcial, cómo están?
      La analogía a la que hacés referencia, es sólo la de la parte final (aunque sí, pude haber teñido parte de la fábula con ese gris negruzco). Lo que intentaba era no sólo una crítica sociopolítica, sino también saber… que está pasando con la naturaleza 🙂

      Saludos, otros para ahí, y muchas gracias!

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